miércoles, 17 de febrero de 2010

Mañara

   Miguel Mañara Vicentelo de Leca (Sevilla, el 3 de marzo de 1627 -  9 de mayo de 1679) fue un gran impulsor de la Santa Caridad de Sevilla.
Su errónea fama de seductor
   Aunque no hay ningún testimonio contemporáneo de tal actitud en él, el nombre de Mañara ha pasado a ser sinónimo de seductor, como recogen los versos de Antonio Machado ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido / ya conoceis mi torpe aliño indumentario (Retrato, en Campos de Castilla) en que lo compara con el valleinclanesco marqués de Bradomín. La razón de ello procede de una campaña difamatoria que se suscitó como consecuencia del proceso de beatificación a comienzos del siglo XIX, explicable por el anticlericalismo de los ambientes liberales, que se cebaron en la barroca confesión que representa el testimonio del propio Miguel de Mañara (y que no deja de ser una autoflagelación tópica, no necesariamente una descripción de comportamientos concretos):
   Yo, don Miguel Mañara, ceniza y polvo, pecador desdichado, pues lo más de mis logrados días ofendí a la Majestad altísima de Dios, mi Padre, cuya criatura y esclavo vil me confieso. Servía a Babilonia y al demonio, su príncipe, con mil abominaciones, soberbias, adulterios, juramentos, escándalos y latrocinios; cuyos pecados y maldades no tienen número y sólo la gran sabiduría de Dios puede numerarlos, y su infinita paciencia sufrirlos, y su infinita misericordia perdonarlos.
   Y yo que escribo esto (con dolor de mi corazón y lágrimas en mis ojos confieso), más de treinta años dejé el monte santo de Jesucristo y serví loco y ciego a Babilonia y su vicios. Bebí el sucio cáliz de sus deleites e ingrato a mi señor a su enemiga, no hartándome de beber en los sucios charcos de sus abominaciones.
   Se llegó a comparar la conversión de Mañara con el arrepentimiento final de Don Juan, el también sevillano personaje de Tirso de Molina (El Burlador de Sevilla) y José Zorrilla (Don Juan Tenorio). El ambiente del siglo XIX era muy propicio para ese tipo de ironía (por ejemplo, estos versos de Ramón de Campoamor: pues, después que se extinguen las pasiones, / yo he visto sorprendentes conversiones). El mismo Machado retomó el tema en Don Guido: ese trueno / vestido de Nazareno.