miércoles, 25 de noviembre de 2009

Mariano José de Larra

DATOS BIOGRÁFICOS
   Mariano José de Larra nació en Madrid, el 24 de marzo de 1809, en la popular calle de Segovia, edificio de la antigua Casa de la Moneda y uno de los barrios más castizos del Madrid de la época.
   Hijo de Don Mariano de Larra y Langelot, médico afrancesado, y de Doña Maria de los Dolores Sánchez de Castro. La familia Larra se traslada a Francia siguiendo las filas de José Bonaparte y sirviendo el padre de Fígaro como médico castrense en el hospital de Burdeos.
   Tras los incipientes estudios del joven Larra en Francia, nuestro autor debe acoplarse a las exigencias de una nueva lengua y a unas enseñanzas que no eran en verdad idénticas a las del país vecino. Larra inicia, a los nueve años, sus estudios en España, incidiendo en su formación esta intransigencia social.
   Un nuevo periplo de centros docentes protagonizan los primeros estudios de Larra: permanencia en Las Escuelas Pìas de Madrid; interno en un colegio de Corella (Navarra) durante los años 1822-1823; nuevo regreso a Madrid -1824- ingresando en el Colegio Imperial de los jesuìtas y en los Reales Estudios de San Isidro. Su precocidad se manifiesta ya en estos años juveniles: traduce la Ilíada del francés -1827-, compone una Gramática castellana y escribe en verso una Geografía de España . Años más tarde, se inician tareas periodísticas con la fundación de El Duende. Su artículo " El café" , escrito a los diecinueve años.
   Tras estos inicios estudiantiles, Larra comienza los estudios universitarios en Madrid. En el año que cursaba leyes-1825-, Larra protagonizó un triste episodio, enamorándose de una bella mujer de mayor edad , la cual no debió prestar gran atención a sus deseos, cosa que no era obstáculo para que Fígaro la idealizara y la tomara como perfecto modelo de mujer. La nota triste se produce en el justo momento que descubre que era la amante de su padre. El infortunio despierta prematuramente la ingenuidad del adolescente, precipitando al autor a una temprana madurez. Tras una corta estancia en Valladolid - no finaliza sus estudios -, decide marcharse a Valencia a cursar Medicina con el mismo resultado que el anterior, pues a partir de 1827 se encuentra en Madrid haciendo tertulias literarias y componiendo y fechando una variada colección de poesías, que expresan las preocupaciones y sentimientos del novel escritor . Sin embargo, de un total de cincuenta y cinco composiciones conocidas tan sólo doce llegaron a publicarse en vida del autor. Después de estos comienzos literarios, Fígaro abandona la poesía para entregarse de nuevo a la poesía , volviendo esporádicamente al verso.
   A los veinte años de edad - agosto de 1829- decide casarse con Pepita Wetoret y Velasco, matrimonio que durará escaso tiempo, pues en 1834 Larra rompe definitivamente con su mujer. Hecho ampliamente comentado por la crítica e identificado con el artículo " El casarse pronto y mal", publicado el 30 de Noviembre de 1832 en El Pobrecito Hablador. Se ha insistido enuna incompatibilidad de carácteres que presagiabanun matrimonio nada halagüeño.
   Precisamente en el año de la ruptura había sentido una especial admiración por la cantante Grissi, se trunca prontamente .
   Bajo el telón histórico de la revolución liberal se lleva a cabo otro episodio sentimental en la vida de Larra. Esta vez se trata de Dolores Armijo, dotada de una gran belleza y casada con José Cambronero. Las relaciones debieron iniciarse hacia 1832, antes de la ruptura matrimonial definitiva, continuándose hasta los umbrales del suicidio de Larra .
   Larra fue redactor del periódico El Español . Por la correspondencia epistolar mantenida por Fígaro y sus padres se puede decir que Larra sintió la tentación de quedarse en Francia y proseguir allí su labor periodística. El éxito le avalaba los medios literarios franceses; aún así, Larra decide regresar a España. motivado no sólo por quehaceres periodísticos, sino también porque había " llegado el momento de que mipartido triunfe completamente".
   Durante su ausencia de España Mendizábal había subido al poder. En realidad, Larra se identificó con el ministerio de Mendizábal por creer que con él se podía resolver la doble crisis que atenazaba España (guerra civil- problema económico). Los juicios peyorativos que dedica a ladesafortunada desamortización de Mendizábal le acercarán paulatinamente a Istúriz. Cuando llegó éste al poder, Larra sale elgido diputado por Ávila en las elcciones de agosto de 1836; sin embargo, el Motín de la Granja dejó sin efecto las elcciones, con lo cual Fígaro nunca pudo sntarse en el Parlamento. La Gaceta, del 23 de mayo publica la anulación de dichas elecciones y anuncia la convocatoria de otras nuevas para el 24 de octubre.
   El desaliento cunde en el año de Fígaro; intenta reconciliarse con Dolores Armijo. La cita tiene lugar el 13 de febrero de 1837 en la casa de Larra, pero sólo consigue un adiós definitivo . Dolores Armijo sólo quería recuperar unas cartas tan significativas como delatoras para el resto de sus vidas, Dolores Armijo consigue su propósito. Larra decide quitarse la vida. Su hija Adela, de 6 años de edad, cuando se disponía a dar las buenas noches a su padre, encontró el cuerpo inerte de Larra .
   Su muerte aparece publicada en el periódico El Español , calificándolo, entre lágrimas de dolor, de " terrible catástrofe". En general, es destacable que la prensa del momento no dedicó gran atención al suicidio de Larra. El Castellano y El Diario de Madrid guardan un total silencio. El Patriota Liberal publica escasas lineas en tercera plana. El Eco del Comercio reseña lacónicamente el suicidio de Fígaro.
   La iglesia se vio oprimida por la corriente liberal del gobierno, que permitió por primera vez el entierro de un suicida "en sagrado"; de ahí las connotaciones políticas que envolvieron a la ceremonia. Curiosidad y efervescencia ideológica rodearon aquel cortejo fúnebre que se dirigía a las cuatro de la tarde al cementerio de Fuencarral.
TRAYECTORIA LITERARIA
   La trayectoria literaria de Larra resulta curiosa y compleja. Ello es debido a coincidir su breve vida de escritor, de 1928 a 1837, con una época de transición en la literatura universal y en España. Lo más significativo y característico de la obra de Larra es, sin lugar a dudas, su producción periodística. Se trata de un escritor que ocupa uno de los lugares más privilegiados de nuestra literatura gracias al periodismo. Por el contrario, su labor poética queda relegada a un sector minoritario. En un término medio podrían situarse las incursiones que Larra hace en el campo de la novela histórica. Podemos clasificar su producción en varios apartados: poesía, artículos, novela, teatro, traducciones y adaptaciones. Incluso alguna vez actúo como prologuista, sería el caso de su prólogo a la edición castellana de El dogma de los hombres libres. Palabras de un creyente, por M.F. Lamennais. En este corpus general su labor periodista destaca del resto; Larra es esencialmente periodista, el primero que ocupa un lugar señero en nuestra literatura de este género.
LA POESÍA EN LA OBRA DE LARRA
   La obra poética de Larra no ha merecido gran atención por parte de la crítica. Las primeras composiciones poéticas de Larra son de tono elevado y con claras influencias de las generaciones anteriores. La mayor parte de sus poemas se escribieron hasta el año 1830, sintiendo Larra especial predisposición por las odas- A la exposición primera de las artes españolas -, sonetos A una ramera que tomaba abortivos, A un mal artista que se atrevió a hacer el busto de doña Mariquita Zavala de Ortiz después de su fallecimiento, anacreónticas, letrillas, octavas...
   En el año 1830 Larra abandona el verso para perfilarse ya como periodista; sus incursiones irán esta vez al teatro y a la novela y sólo de forma esporádica a la poesía. A partir de esa fecha sus versos serán de un claro matiz intimista.
TRADUCCIONES Y ADAPTACIONES
   Una de las traducciones más conocidas de Larra fue Roberto Dillon. El católico de Irlanda, traducción del original de Víctor Durange.
   Otra traducción realizada por Larra fue la titulada Don Juan de Austria o la vocación, de Casimiro Delavigne, comedia en cinco actos y en prosa.
   Otras traducciones fueron: El arte de conspirar, de Scribe, Partir a tiempo, de Scribe, Tu amor o la muerte, de Scribe, La madrina y Siempre ambas de Scribe.
OBRAS ORIGINALES
   La primera obra que estrenó Larra fue No más mostrador, farsa cómica que intenta ridiculizar a toda persona que intenta escapar de su clase social.
   El conde Fernán González y la exención de Castilla se trata de un drama histórico en cinco actos y en verso, es una obra escrita en los años juveniles de Larra que no llegó nunca estrenarse. El drama se basa en La más hidalga hermosura, de Francisco de Rojas.
   Una de las piezas más interesantes del corpus general de su obra la constituye el drama Macías. Larra presentó su obra como todo autor , a la censura a finales del año 1833, y no se estrenó por atentar a la moral de la época. Una de las obras más importantes de Larda fue El doncel de don Enrique el Doliente.
TRAYECTORIA PERIODÍSTICA
   Larra utiliza un medio de comunicación de vital importancia –el periódico- y se sirve de un género que gozaba de un gran éxito en la época – el artículo.
   Larra comienza su labor periodística en El Duende Satírico del Día, el 26 de febrero de 1828, donde se refleja un agudo sentido crítico por las costumbres de la época.
   El Pobrecito Hablador figura como el segundo periódico de las publicaciones de Larra, se editó el 17 de agosto de 1832.
   Más tarde Larra colabora en La Revista Española en 1832, como crítico teatral.
   Su labor periodística desde las páginas de La Revista Española fue alternada por otro periódico del momento, El correo de las Damas. Sus artículos pasan revista a los acontecimientos teatrales de la semana.
   El 7 de octubre de 1834 Larra colabora en El Observador, periódico en el que sus artículos van desde la crítica teatral hasta el artículo costumbrista.
   Larra colabora con la Revista Mensajero en la que Larra utiliza el recurso epistolar para poner de manifiesto los males que afligen a España.
   En 1836 Larra empieza a escribir en el periódico El Español por el que recibe una buena cantidad a cambio de entregar dos artículos por semana.
   Larra alternó su producción periodística de El Español con trabajos esporádicos a las redacciones de El Mundo y El Redactor General. Entre sus artículos más importantes destacan: " El café", " El casarse pronto y mal", " El castellano viejo", "Vuelva usted mañana", "El sí de las niñas", " La sociedad", "La diligencia"... etc.
BIBLIOGRAFÍA SOBRE LARRA
ARMIÑO, M., Qué ha dicho verdaderamente Larra, Madrid, 1973.
ATOCHA, S. De, Larra, Madrid, 1964.
AZORÍN, RIVAS y LARRA, Razón social del romanticismo en España, Madrid, 1916.
BELLINI, G., La crítica del costumbrismo negli articoli de Larra, Milán, 1957.
BENÍTEZ, R., Mariano José de Larra, Madrid, 1979.
COTARELO, E., Postfígaro, Madrid, 1918.
CHAVES, N., Don Mariano José de Larra. Su tiempo, su vida, sus obras, Sevilla, 1898.
ESCOBAR, J., Los orígenes de la obra de Larra, Madrid, 1973.
GIMÉNEZ CABALLERO, E., Junto a la tumba de Larra, Barcelona, 1971.
GÓMEZ SANTOS, M., Fígaro o la vida deprisa, Madrid, 1956.
LARRA, F.J., Mariano José de Larra (Fígaro), Biografía apasionada del doliente de España. La escribió en Madrid su biznieto, Barcelona, 1944.
MORENO, R.B., Larra, Madrid, 1969.
NOMBELA Y CAMPOS, Larra, Madrid, 1906.
REVISTA DE OCCIDENTE, 50, mayo de 1967, homenaje a Larra.
ROSSI, R., Scrivere a Madrid, Bari, 1973.
SÁNCHEZ ESTEBAN, I. , Mariano José de Larra, Fígaro, Madrid, 1934.
UMBRAL, F., Larra, anatomía de un dandy, Madrid, 1965.
ZÁNGARA, M., La Nochebuena di Mariano José de Larra. Reflessi orazione e motivi personali, Catania, 1928.


Acentuación en los nombres propios

   En esta entrada vuelvo a colocar un enlace, esta vez al blog de Miguel Ángel por dos razones:
          1. Porque me llamo José María y muchas veces ha ocurrido que, como se pronuncia Jose, yo lo escribo como suena, y ya el año pasado Paco me lo corrigió en un examen.
          2. Porque, como ya hice con una de Emilio, las entradas que me parecen interesantes las cuelgo en mi blog, y ésta no lo es menos. Me parece realmente interesante y muy buena

Complemento Agente

En esta entrada se ha colocado un enlace donde podréis entrar en un enlace para recoger información sobre el  Complemento Agente. Espero que os sirva.

martes, 24 de noviembre de 2009

Síndrome de Asperger





   Con estos vídeos lo que se pretende es que si hay gente que no comprende esta enfermedad, que es como la de Pablo(Clerc), entonces comprenda algunas cosas de su personalidad, y por qué es como es

Complemento Predicativo

    Se llama complemento predicativo (también, atributo adverbial) a una función sintáctica en la que se mezclan dos funciones: la de atributo de un sustantivo o pronombre y la de complemento circunstancial de un verbo. Es, pues, una especie de complemento mixto entre ambas funciones.
    La función Complemento Predicativo suele aparecer parecida con la de atributo, y no siempre recibe la misma caracterización. El término complemento predicativo no es sinónimo de predicado: la función predicado corresponde al verbo (más concretamente al sintagma verbal), mientras que el predicativo nunca es verbo o sintagma verbal, sino que forma parte del mismo.
   Por ejemplo, si decimos: "El niño está alegre", alegre es evidentemente un atributo; si decimos por el contrario: "El niño pasea alegremente", alegremente es un complemento circunstancial de modo. Sin embargo, si decimos: "El niño pasea alegre" ¿qué es alegre? Porque en esta oración estamos queriendo decir dos cosas:
   1.El niño es, está o parece alegre (atributo)
   2.El niño pasea alegremente (C.C. de modo)
   3.El cabello de la señora es artificial ... CC modo
   4.El cabello de la señora parece artificial..... atributo
   Para comprobar si estamos ante un Predicativo o un C.C., debemos comprobar si el complemento concuerda con el nombre al que complementa en género y número:
   1.Los niños pasean alegres: Predicativo.
   2.Los niños leen rápido: C.C.M
   3.La niña lee rápido: C.C.M
   4.Las ambulancias cruzaban rápidas la ciudad: Predicativo.
   Esto es especialmente útil cuando tenemos palabras que pueden funcionar como adverbio y adjetivo.
   El niño pasea alegre el predicativo (alegre ) determina tanto al verbo no copulativo (pasea) como al nombre (niño). Pero dicho sustantivo se encuentra en el sujeto. Como un sustantivo puede estar también en el Complemento u Objeto directo, se establece una diferencia entre Predicativo Subjetivo (determina a un nombre que está en el Sujeto) y el Predicativo Objetivo (determina a un nombre está en Objeto directo).
Caracterización del complemento predicativo
   El complemento predicativo podría caracterizarse de acuerdo con los siguientes puntos:
    -El complemento predicativo es una función sintáctica que desempeña un elemento que forma parte del sintagma verbal:
   El agua fluye clara por el río
   -No se debe confundir el complemento predicativo con el sintagma adjetival en función de adyacente nominal, que no forma parte del sintagma verbal, sino del sintagma nominal:
   El agua clara fluye por el río
Predicativo Subjetivo
   Concuerda en género y número con el núcleo del Sujeto
   1.Alicia volvió nerviosa
Predicativo Objetivo
   Es un modificador bivalente porque modifica tanto al objeto directo en el predicado como al núcleo del propio predicado. Concuerda en género y número con el núcleo del objeto directo
   1.Compraron baratos los muebles
   2.Andrés trajo inflada la pelota
   Nótese que el Predicativo está fuera del Objeto Directo: Los compraron baratos , Andrés la trajo inflada . Muy diferente si se dijera Compraron los muebles baratos donde el término barato sólo es adjetivo.
   Ciertas oraciones pueden mostrar ambigüedad al ser analizadas como verbo más complemento predicativo o perífrasis verbal de aspecto terminativo: "Tengo acabadas 3 pinturas" equivale tanto a "Tengo listas 3 pinturas" como a "He acabado 3 pinturas".
Unidades que realizan la función complemento predicativo
   El complemento predicativo puede tener la estructura de:
  Sintagma adjetival Es la categoría predilecta, aunque no todos los adjetivos pueden desempeñar tal función. Hay mayor predisposición en los adjetivos que igualmente pueden aparecer como atributo en oraciones copulativas.
   1.Ese señor está borracho -> Ese señor conduce borracho
   2.*Ese señor está alterado -> *Ese señor conduce alterado
   El nucleo del sintagma adjetival puede ser un participio, referido al complemento directo o al sujeto:
   1.Hallé a tu padre recostado en el sofá
   Sintagma nominal, precedido o no de preposición (en función de sintagma preposicional o nominal) El sintagma nominal y el preposicional son más reacios a funcionar como complemento predicativo y están sujetos a más restricciones.
   1.Las flores démelas de tela
   2.Te creía el rey del rock
   Oración subordinada de gerundio, referido al complemento directo o al sujeto La construcción de gerundio está sujeta a una restricción gramatical de carácter aspectual, y es la de que tanto el gerundio como el verbo de la oración principal deben admitir, en principio, la perífrasis durativa estar + gerundio:
   1.María actuó bailando -> María estaba bailando
   2.*María actuó teniendo un disfraz -> *María estaba teniendo un disfraz
Cláusula absoluta de participio pasado encabezada por con
    En esta estructura pueden aparecer otras categorías en lugar del participio, por ejemplo, el gerundio.
   1.La vi con el pelo teñido de azul
   2.Encontré a Pedro con la camisa chorreando
Las Oraciones Pseudocopulativas y el Predicativo
   El complemento predicativo aparece también con los verbos semicopulativos que forman predicados mixtos en frases semipredicativas: "Pedro se volvió tonto". Casi siempre suele ser un adjetivo, pero algunas veces (con verbos que signifiquen "nombrar" o "elegir" y "reputar" o "considerar") puede ser un sustantivo y puede ir precedido de como: "Eligieron presidente a Pedro". "Eligieron como presidente a Pedro". "Consideraba a Pedro su mejor amigo"
   Por otra parte, también pueden existir complementos predicativos que son sintagmas preposicionales: "Lo tienen por muy listo" o incluso proposiciones subordinadas sustantivas: "Lo tomaron por el que no era"

Atributo

   El atributo en gramática es la aposición por medio de un adjetivo, que expresa cualidad de un substantivo o de un verbo substantivado o de una proposición o de un complemento. Dicha cualidad, como predicado es algo inherente al propio ser del sujeto o del objeto y no de forma meramente accidental. El atributo no cambia mientras no cambie la esencia, o el carácter de alguna forma definitorio de la realidad del sujeto al que se le atribuye dicho predicado.
   Ej:
   “El alma es inmortal”. “El alma inmortal de Jesús”
   “Pedro es simpático”. “Pedro, simpático y valiente, murió.”
   El atributo es una función con que la sintaxis es tradicional. Es un sintagma que siempre acompaña a los verbos copulativos (ser, estar, parecer, semejar y resultar en español) y que se refiere al mismo tiempo al sujeto, con el que concuerda en género y número.

   Para identificarlo correctamente, hemos de saber lo siguiente:
  - En ocasiones se puede sustituir por el pronombre “lo”
  - A veces admiten la sustitución por el adverbio “así”.
   Ej:
   Juan es testarudo → Juan es así.
   -Siempre va detrás del verbo.
   -Es imprescindible para la oración.
   En el análisis sintáctico de las oraciones copulativas, el atributo ha de ser considerado como parte del predicado (junto con el verbo copulativo y los otros complementos, si los hubiera).
   El atributo puede ser un sintagma adverbial, un sintagma adjetival, un sintagma nominal, un sintagma preposicional que equivalga a un adjetivo, una oración sustantiva o una oración de relativo.
   En una oración con predicado nominal, el verbo hace de cópula entre el sujeto y el atributo, entre los que se produce una relación de comparación. El verbo tiene tan poca información, que muchas veces se suprime y no se dificulta la comprensión de la frase (elipsis):
   Ej.:
   Jacinto, que es madrileño... → Jacinto, madrileño...
   En la segunda oración, el verbo (eres) está elíptico, permaneciendo la carga semántica de la oración invariable.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Análisis sintáctico



Esta entrada va dirigida a los compañeros/as de clase que tenéis dificultades para realizar un análisis sintáctico. Está bien explicado, y de manera clara

Novela histórica

   La novela histórica es un subgénero narrativo propio de romanticismo en el siglo XIX, pero con una gran vitalidad aún durante el siglo XX. Según György Lukács, toma por propósito principal ofrecer una visión verosímil de una época histórica preferiblemente lejana, de forma que aparezca una cosmovisión realista e incluso costumbrista de su sistema de valores y creencias. En este tipo de novelas han de utilizarse hechos verídicos aunque los personajes principales sean inventados.
   Al contrario que la novela pseudohistórica del siglo XVIII, de fin meramente moralizante, la novela histórica exige del autor una gran preparación documental y erudita, ya que de lo contrario ésta pasaría a ser otra cosa: una novela de aventuras, subgénero en la que la historia se convierte solamente en un pretexto para la acción, como sucede, por ejemplo, en la mayor parte de las novelas de Alexandre Dumas padre. Por el otro extremo se llega también a desnaturalizar el género con lo que se llama historia novelada, en la que los hechos históricos predominan claramente sobre los hechos inventados, que es lo que ocurre por ejemplo con Hernán Pérez del Pulgar, el de las Hazañas, de Francisco Martínez de la Rosa. La historia novelada da pábulo a disquisiciones del autor y la historia es sólo un pretexto para exponer sus teorías, de forma que con frecuencia posee un carácter casi ensayístico.
Evolución del género.
   La novela histórica sólo llega a configurarse definitivamente como género en el siglo XIX a través de la veintena de novelas del erudito escocés Walter Scott (1771-1832) sobre la Edad Media inglesa, la primera de las cuales fue Waverley (1814). Como señala Lukacs, este autor era un noble empobrecido que mitificó sus orígenes sociales como una especie de don Quijote de la Mancha. La novela histórica nace pues como expresión artística del nacionalismo de los románticos y de su nostalgia ante los cambios brutales en las costumbres y los valores que impone la transformación burguesa del mundo. El pasado se configura así como una especie de refugio o evasión, pero, por otra parte, permite leer en el pasado una crítica a la historia del presente, por lo que es frecuente en las novelas históricas encontrar una doble lectura o interpretación no sólo de una época pasada, sino de la época actual. Durante el siglo XVIII, sin embargo, se escribieron novelas pseudohistóricas cuya discutible verosimilitud, su propósito abiertamente moral y educativo y su lenguaje poco respetuoso con la época reflejada impedía considerar estrictamente novelas históricas, como por ejemplo Les incas de Jean-François Marmontel, en Francia, o El Rodrigo de Pedro de Montengón, en España.
   El éxito de la fórmula literaria de Walter Scott fue inmenso y su influjo se extendió con el Romanticismo como uno de los símbolos principales de la nueva estética. Discípulos de Walter Scott fueron, en Estados Unidos de América, James Fenimore Cooper (1789-1851), quien escribió El último mohicano en 1826 y continuó con otras novelas históricas.
   En Francia, Alfred de Vigny (1797-1863), autor de la primera novela histórica francesa, Cinq-mars (1826), y después Víctor Hugo Nuestra Señora de París o Alexandre Dumas (padre), al que importaba sobre todo la amenidad de la narración en obras como Los tres mosqueteros.
   En Italia surgió una auténtica obra maestra del género, I promessi sposi (o Los novios editada primeramente en 1823 y reformada después en dos entregas de 1840 y 1842), de Alessandro Manzoni, donde se narra la vida en Milán bajo la tiránica dominación española durante el siglo XVII, aunque este argumento encubre una crítica de la dominación austriaca sobre Italia en su época. En Alemania, Theodor Fontane escribió su monumental Antes de la tormenta (1878).
   En Rusia, el romántico Aleksandr Pushkin compuso notables novelas históricas en verso y la más ortodoxa La hija del capitán (1836). Allí se escribió también otra cima del género, la monumental Guerra y paz de León o Lev Tolstói (1828-1910), epopeya de dos emperadores, Napoleón y Alejandro, donde aparecen estrechamente entrelazados los grandes epifenómenos históricos y la intrahistoria cotidiana de cientos de personajes.
   En Polonia la novela histórica fue un género muy popular; lo cultivó en el Romanticismo Józef Ignacy Kraszewski y después Aleksander Glowacki (Faraón, en 1897) y, sobre todo el premio Nóbel Henryk Sienkiewicz, que compuso una trilogía sobre el siglo XVII formada por A sangre y fuego (1884) El diluvio (1886) y El señor Wolodyjowski (1888). Continuó con Los caballeros teutones (1900), ambientada en el siglo XV, y con la algo anterior y considerada su obra maestra, Quo vadis? (1896) en que se evocan los comienzos del cristianismo en la Roma pagana.
   Los escritores realistas no se dejaron influir por el origen romántico del género y lo utilizaron, como Gustave Flaubert (Salambô, 1862) o Benito Pérez Galdós con sus Epidodios nacionales. En el siglo XX la novela histórica tampoco decayó y sintieron predilección por el género escritores como el finés Mika Waltari (Sinuhé, el egipcio o Marco, el romano); Robert Graves, (Yo, Claudio, Claudio el Dios y su esposa Mesalina, Belisario, Rey Jesús...); Winston Graham, quien compuso una docena de novelas sobre Cornualles a finales del siglo XVIII; Marguerite Yourcenar (Memorias de Adriano); Noah Gordon, (El último judío); Naguib Mahfouz (Ajenatón el hereje), Umberto Eco (El nombre de la rosa, Baudolino), Valerio Massimo Manfredi, los españoles Juan Eslava Galán y Arturo Pérez-Reverte y muchos otros que han cultivado el género de forma más ocasional.
   Puede hablarse asimismo de una novela histórica hispanoamericana que —con los precedentes de Enrique Rodríguez Larreta (La gloria de don Ramiro, 1908) y el argentino Manuel Gálvez— se halla representada por el cubano Alejo Carpentier (El siglo de las luces o El reino de este mundo, entre otras), el argentino Manuel Mújica Láinez con Bomarzo, El unicornio y El escarabajo, el colombiano Gabriel García Márquez El general en su laberinto, acerca de Simón Bolívar, el peruano Mario Vargas Llosa La fiesta del chivo, sobre el dictador de la República Dominicana Rafael Leónidas Trujillo, El paraíso en la otra esquina, sobre la escritora peruana del siglo XIX Flora Tristán la chilena Isabel Allende La casa de los espíritus, los puertorriqueños Luis López Nieves El corazón de Voltaire y Mayra Santos-Febres "Nuestra Señora de la Noche", etc.
   Una clase particular de obras dentro de la novela histórica hispanoamericana la constituye la novela de dictadores, representada por El señor presidente, del premio Nóbel guatemalteco Miguel Ángel Asturias, El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez, Yo, el supremo, de Augusto Roa Bastos o La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa, entre otras.
La novela histórica en España e Hispanoamérica.
   Fuera de la pretensión de Miguel de Cervantes de escribir una novela histórica sobre Bernardo del Carpio, El Bernardo, que la muerte frustró, y de las novelas pseudohistóricas de intención didáctica y moral de Pedro de Montengón (1745-1824): El Rodrigo (acerca de la pérdida de España por los visigodos) y Eudoxia, puede decirse que la primera novela histórica escrita en español fue escrita por Rafael Húmara, Ramiro, conde de Lucena publicada en París en 1823 y con un importante prólogo sobre el género; en América la primera novela histórica publicada en castellano fue la anónima publicada en Filadelfia Jicotencal, sobre la conquista de Tlaxcala por Hernán Cortés en 1826, atribuida erróneamente a los cubanos Félix Varela o a José María de Heredia y que recientemente ha sido atribuida definitivamente a su verdadero autor, el revolucionario liberal, periodista e historiador español Félix Mejía. Existía, sin embargo, una novela histórica un poco anterior escrita en inglés por españoles emigrados: Vargas (1822), atribuida a José María Blanco White; Don Esteban y Sandoval or the Freemason (ambas de 1826), de Valentín Llanos; o Gomez Arias or the Moors of the Alpujarras (1826) y 'The Castilian' (1829) de Telesforo de Trueba y Cossío.
   Mucho más recordadas son las aportaciones de Mariano José de Larra (1809-1837, El doncel don Enrique el Doliente) y José de Espronceda (1808-1842, Sancho Saldaña o el castellano de Cuéllar). Con El señor de Bembibre (1844), de Enrique Gil y Carrasco, donde se narran los amores de Álvaro y Beatriz sobre el telón de fondo de la extinción de la Orden del Temple y se recrea un mundo onírico y legendario. Amaya o Los vascos en el siglo VIII, del escritor carlista Francisco Navarro Villoslada obedece igualmente a un nacionalismo típicamente romántico, mientras que las obras anteriores obedecen más bien a la nostalgia burguesa por la desaparición del pasado, vinculable al nacimiento de otros géneros del Romanticismo como el artículo de costumbres.
   Sin embargo, la novela histórica más popular fue la escrita por entregas por el fecundo literato Manuel Fernández y González (1821-1888), quien, a caballo entre el Romanticismo y el Realismo, se hizo famoso por obras consagradas a un público más amante del sensacionalismo como El cocinero de Su Majestad, La muerte de Cisneros o Miguel de Mañara.
   El novelista del Realismo Luis Coloma sintió una especial inclinación al género, al cual ofreció las obras Pequeñeces (1891), sobre la sociedad madrileña de la Restauración, Retratos de antaño (1895), La reina mártir (1902), El marqués de Mora (1903) y Jeromín (1909), esta última sobre don Juan de Austria.
   La cima indudable de la novela histórica española la representa una larga serie de 46 novelas, los Episodios nacionales del novelista del Realismo Benito Pérez Galdós, que cubren gran parte del siglo XIX extendiéndose desde Trafalgar y la Guerra de la Independencia española hasta la Restauración y ofrecen una versión didáctica de la historia de España de ese siglo.
   Un periodo casi semejante, pero que hace mayor hincapié en las luchas entre liberales y carlistas y contemplado desde un punto de vista más sombrío y pesimista, es el cubierto por las Memorias de un hombre de acción de Pío Baroja, centradas en la trayectoria de un antepasado suyo, el conspirador Eugenio de Aviraneta.
   También Ramón María del Valle-Inclán se aproximó al género a través de dos trilogías: La guerra carlista, compuesta por Los cruzados de la causa (1908), El resplandor de la hoguera (1909) y Gerifaltes de antaño (1909). Sobre el reinado de su aborrecida reina Isabel II compuso una segunda trilogía, El ruedo ibérico, compuesta por La corte de los milagros (1927), Viva mi dueño (1928) y Baza de espadas, que apareció póstuma.
   Durante la dictadura franquista la novela histórica española se limitó de forma casi monomaniaca al tema de la Guerra civil española. Quizá la mejor de estas obras en el bando de los vencedores sea la de Agustín de Foxá, Madrid, de corte a checa, aunque fue más popular José María Gironella con obras como Los cipreses creen en Dios, Un millón de muertos y Ha estallado la paz, entre otras. Este tema fue obsesivo incluso entre los escritores exiliados, que ofrecieron mejores muestras en este género: (Ramón J. Sender, con su enealogía Crónica del alba, inspirada en sus propios recuerdos y otras muchas no sólo sobre historia de la guerra civil española; Arturo Barea, con su trilogía La forja de un rebelde, formadas por tres novelas que se desarrollan durante la infancia del autor en Madrid antes de la Guerra Civil, la Guerra de Marruecos y la Guerra Civil; Max Aub con las seis novelas del ciclo El laberinto mágico: Campo cerrado (1943), Campo de sangre, (1945), Campo abierto, (1951), Campo del moro (1963), Campo francés (1965) y Campo de los almendros (1968), o Manuel Andújar, con su trilogía Vísperas y Lares y penares). Ricardo Fernández de la Reguera y Susana March, publicaron varios Episodios Nacionales Contemporáneos, siguiendo la idea de Pérez Galdós y centrándose en el primer tercio del siglo XX.
   La restauración democrática supuso una revitalización del género, que se enriqueció con una temática más diversa. Iniciaron esta corriente autores como Jesús Fernández Santos con Extramuros (1978), Cabrera, sobre los prisioneros franceses de la Guerra de la Independencia o El griego, sobre el famoso pintor cretense afincado en Toledo Doménikos Theotokópulos "El Greco", o como José Esteban, que en El himno de Riego (1984) refleja las meditaciones del autor de la revolución española de 1820, horas antes de ser ejecutado y en La España peregrina (1988) escribe el diario de Torrijos y pasa revista a los otros emigrados liberales españoles en Londres bajo el punto de vista de José María Blanco White.
   José María Merino, por otra parte, escribió una trilogía de novelas históricas destinadas al público juvenil entre los años 1986 y 1989 formada por El oro de los sueños, La tierra del tiempo perdido y Las lágrimas del sol, en que desarrolla la historia del adolescente mestizo Miguel Villacel Yölotl, hijo de un compañero de Cortés y una india mexicana. Posteriormente, algunos autores se consagraron especialmente al género, como Juan Eslava Galán, Terenci Moix, Arturo Pérez-Reverte, Antonio Gala o Francisco Umbral. La aportación de Fernando Savater fue una novela epistolar sobre una de sus aficiones, Voltaire, titulada El jardín de las dudas. Incluso autores más veteranos echaron su cuarto a espadas, como Miguel Delibes, que se acercó a la inquisición y el protestantismo español en el siglo XVI con la novela El hereje, o Gonzalo Torrente Ballester, que con Crónica del rey pasmado se aproximó humorísticamente a la España del joven rey Felipe IV. Entre la nueva generación de autores de novela histórica españoles podríamos destacar, también, las incursiones en el género de aventuras de León Arsenal, o la extensa biografía dedicada al héroe germano Arminio y a su Batalla del bosque de Teutoburgo, de Artur Balder, reconstrucción con no pocas influencias de Robert Graves y los inevitables anecdotarios de los historiadores romanos como Tácito.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Leísmo, laísmo y loísmo

   Una de las alteraciones más palpables que se producen con los usos vulgares del español tiene que ver con el uso de los pronombres Le, La y Lo. Fijémonos primero, para comprenderlo mejor, en el uso correcto de los citados pronombres:

 – Le y Les funcionan, generalmente, como complemento indirecto tanto masculino como femenino. Así, decimos frases como “Le di un beso”, y nos podemos estar refiriendo a un hombre o una mujer, indistintamente. Y ocurre lo mismo con el plural: “Les di un libro”, a ellos, o a ellas. Ambas posibilidades son gramaticalmente correctas.
 – Lo, Los, La y Las son formas pronominales que, cuando se utilizan, vienen a desempeñar la función del complemento directo. De forma que son correctos usos como “Lo vi” (a él), “La vi” (a ella), “Los vi” (a ellos), y “Las vi” (a ellas).
   Decíamos que, sin embargo, este cuadro que acabamos de presentar muestra alteraciones –a veces graves- en los usos vulgares del idioma. Bien, veamos cuáles son:
   Leísmo
   Los pronombres Le y Les –los cuales funcionan, como hemos dicho, como complemento indirecto- pasan a utilizarse como complemento directo masculino, refiriéndose a personas. De forma que, en vez de decir “Lo vi”, o “Los vi”, se dice “Le vi” (para él) o “Les vi” (para ellos). En vez de “A tus compañeros los conocí ayer”, decimos “A tus compañeros les saludé ayer”, incurriendo en el fenómeno que se ha denominado leísmo.
   En cualquier caso, el leísmo no es un fenómeno especialmente reprobable y que, además está muy extendido, sobre todo en las zonas del sur de España. Si bien sí hay variaciones que son absolutamente aberrantes para el buen uso del idioma, como estas:
 – El empleo de Le o Les como complemento directo femenino, de forma que digamos, en vez “Ayer la ví” (a tu hermana, por ejemplo), digamos “Ayer le vi”.
 – El uso de Le o Les para hacer referencia a animales o cosas: “¿Has visto al gato?”, Sí, le he visto ahí fuera”. El uso correcto para este caso es, y debe seguir siendo, el uso de Lo.
   Laísmo
   En ocasiones, los pronombres La y Las (los que han de funcionar como formas del complemento directo femenino), pasan a funcionar como complemento indirecto femenino. Así, no es extraño escuchar “La cosí una falda” (a ella), o “Las dije unas palabras” (a ellas). Este error, al contrario que el uso más extendido del leísmo, es sumamente grave, y se denomina laísmo.
   Loísmo
   De la misma manera, los pronombres Lo y Los (las que, como dijimos, han de formar parte del complemento directo masculino) pasan a usarse como complemento indirecto masculino. “Lo dio una bofetada” en lugar de “Le dio una bofetada”. Es el mismo caso que veíamos con el laísmo, pero aplicado al género masculino, y se denomina loísmo, siendo igual de grave que el anterior.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Sendos

   La palabra sendos significa ‘uno para cada uno’ o ‘uno cada uno’.
   El MNAC firmó sendos acuerdos de colaboración con la cadena SER y el diario El País para la difusión de sus actividades. Siempre debe ir delante de un sustantivo y no puede tener un artículo:
 *Tres goles en los sendos partidos hicieron que perdieran todas las posibilidades de ganar la liga.
 *Los dos hermanos iban en coches sendos. (sendos coches) Nunca debe emplearse como equivalente de dos o ambos, sin valor distributivo, ya que no es un numeral.
* En la sucursal bancaria entraron sendos delincuentes Por su propio significado, esta palabra solo se usa en la forma plural.
   En algunos países de Hispanoamérica se utiliza en singular con el significado de ‘muy grande’, ‘enorme’, ‘descomunal’, pero aunque ese uso está muy extendido, no es propio de la lengua culta, por lo que la RAE recomienda que se evite.
   Tampoco es adecuado su empleo con el significado de ‘frecuentes’ o ‘constantes’.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Componentes de la oración. Constituyentes inmediatos

   Los constituyentes inmediatos de la oración, es decir los que son necesarios son: el Sintagma Nominal y el Sintagma Verbal, cuyas funciones son de sujeto y predicado respectivamente. Debe darse siempre una concordancia de persona y número entre los núcleos de estos dos sintagmas. Así pues en toda oración (excepto unimembres e impersonales) existen estas dos funciones.
   El sujeto es el elemento de la oración que concuerda en número y persona con el verbo.

   En muchas ocasiones, se define el sujeto como la persona, animal o cosa que realiza la acción expresada por el verbo. Sin embargo, esto no es siempre así. Por ejemplo, en las oraciones pasivas, el sujeto no realiza la acción del verbo, sino que normalmente la padece:
   El sujeto puede tener muchos papeles diferentes: agente, paciente, experimentante, causa, etc.   Morfológicamente puede tomar diversos casos nominativo, absolutivo, ergativo, etc. Sintácticamente, según el análisis geneerativista más reciente, se considera que ocupa la posición sintáctica de especificador del sintagma oracional o sintagma de tiempo.
   El predicado es un elemento necesario de la oración bimembre; es decir, es indispensable para que la oración bimembre tenga sentido. Siempre está formado por un verbo en forma personal y cumple la función de núcleo del predicado (o cópula, en las oraciones atributivas); el resto de los elementos que acompañan al verbo dependerán del tipo de oración que estemos analizando. Podemos distinguir dos tipos básicos de predicados en las oraciones simples:

   Predicado nominal: Formados por un verbo copulativo (o semicopulativo) y un atributo. El sujeto se relaciona semánticamente de forma directa con el atributo, que es lo que se dice de él; el verbo apenas tiene significado: sólo sirve de enlace (o cópula) entre el sujeto y el atributo. A veces, este tipo de predicados pueden llevar otros complementos.
   Predicado verbal: Formados por un verbo no copulativo (que cumple la función de núcleo del predicado) y sus posibles complementos.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

"Permitidme tutearos imbéciles"

En esta entrada vamos a  publicar un artículo de Arturo Pérez Reverte que está en el blog de Emilio(y ha sido comentado por José Luís, lo que ha hecho que me interese por ello) porque pienso que muestra una idea muy real y que tiene gran parte de razón. Además, está escrito de una manera asombrosa, pese a las "malas palabras". Me ha gustado bastante.

Este es el enlace hacia el blog de Emilio, donde podréis entrar en la página donde se encuentra este artículo.

Margen

En el español actual es masculino cuando significa ‘espacio en blanco alrededor de lo escrito’ (el margen de la página), ‘espacio u ocasión para algo’ (el margen de actuación, el margen de confianza) y ‘diferencia prevista’ (el margen de beneficio, el margen de error).

Cuando significa ‘orilla’, puede usarse en ambos géneros, aunque es más habitual el femenino: «Las tropas siguen avanzando por la margen derecha del río» (Alape Paz [Col. 1985]); «En el margen del río sinuosas luces rojas dejaban su estela» (Arias Silencio [Esp. 1991]). ( información del blog de José Luís)

Según la RAE, estos son sus significados:

Margen.

(Del lat. margo, -ĭnis).
1. amb. Extremidad y orilla de una cosa. Margen del río, del campo.
2. amb. Espacio que queda en blanco a cada uno de los cuatro lados de una página manuscrita, impresa, grabada, etc., y más particularmente el de la derecha o el de la izquierda. U. m. en m.
3. amb. apostilla.
4. amb. Ocasión, oportunidad, holgura, espacio para un acto o suceso. U. m. en m.
5. amb. Com. Cuantía del beneficio que se puede obtener en un negocio teniendo en cuenta el precio de coste y el de venta.
~ de sílaba.
1. m. Fon. Unidad fónica que precede o sigue al núcleo silábico y que se caracteriza por ser más cerrada que este.
al ~.
1. loc. adv. U. para indicar que alguien o algo no tiene intervención en el asunto de que se trata. Dejar, estar, quedar al margen DE un asunto.
a media ~.
1. loc. adv. Con espacio en blanco que comprenda la mitad longitudinal de la plana impresa o manuscrita.
andarse por las márgenes.
1. loc. verb. Detenerse en lo menos sustancial de un asunto, dejando lo más importante.

Vocabulario de "El Monte de las Ánimas"

En esta entrada publicada con retraso se va a poner el significado de una serie de palabras(dichas en clase y algunas que yo no entiendo) para poder tener un mejor léxico. Se pondrán todas las acepciones que tenga esa palabra.

Tañido.

(Del part. de tañer).
1. m. Acción y efecto de tañer.

Tañer.

(Del lat. tangĕre).
1. tr. Tocar un instrumento musical de percusión o de cuerda, en especial una campana.
2. tr. ant. Ejercer el sentido del tacto.
3. tr. ant. Tratar superficialmente sobre alguna materia.
4. intr. tamborilear ( con los dedos).
5. intr. desus. corresponder ( tocar, pertenecer).
~ de occisa.

1. loc. verb. Cineg. Avisar con la bocina que está muerta la res que se perseguía.

Acaecer

(Del lat. vulg. *accadiscĕre, este de *accadĕre, y este del accidĕre).
1. intr. suceder ( efectuarse un hecho).
MORF. U. solo en infinit., en ger., en part. y en 3.ª pers.
2. intr. ant. Hallarse presente, concurrir a algún paraje.

Acaecimiento.

(De acaecer).
1. m. Cosa que sucede.

Agravio.

(De agraviar).
1. m. Ofensa que se hace a alguien en su honra o fama con algún dicho o hecho.
2. m. Hecho o dicho con que se hace esta ofensa.
3. m. Ofensa o perjuicio que se hace a alguien en sus derechos e intereses.
4. m. Humillación, menosprecio o aprecio insuficiente.
~ comparativo.
1. m. Trato desigual a personas que tienen o creen tener el mismo derecho a algo en determinada situación.
deshacer ~s.
1. loc. verb. Tomar satisfacción de ellos.

Cundir.

(Del gót. *kundjan, propagarse; cf. ingl. ant. gecynd, raza, descendencia).
1. tr. ant. ocupar ( llenar).
2. intr. Dicho de un líquido, especialmente del aceite: Extenderse hacia todas partes.
3. intr. Dicho de una cosa: Propagarse o multiplicarse.
4. intr. Dicho de una cosa: Dar mucho de sí, aumentar de volumen. El buen lino cunde porque da mucha hilaza. El arroz y el garbanzo cunden al cocerse.
5. intr. Dicho de una cosa inmaterial: Extenderse, propagarse.
6. intr. Dicho de un trabajo material o intelectual: adelantar ( progresar).

Atrio.

(Del lat. atrĭum).
1. m. Espacio descubierto, y por lo común cercado de pórticos, que hay en algunos edificios.
2. m. Andén que hay delante de algunos templos y palacios, por lo regular enlosado y más alto que el piso de la calle.
3. m. zaguán.
4. m. Ingen. Cabecera de la mesa de lavar.

Jirón.

(Del fr. giron, regazo).
1. m. Faja que se echaba en el ruedo del sayo o de la saya.
2. m. Pedazo desgarrado del vestido o de otra ropa.
3. m. Pendón o guion que remata en punta.
4. m. Parte o porción pequeña de un todo.
5. m. Heráld. Figura triangular que, apoyándose en el borde del escudo, llega hasta el centro o corazón de este.
6. m. Perú. Vía urbana compuesta de varias calles o tramos entre esquinas.

Sudario.

(Del lat. sudarĭum).
1. m. Lienzo que se pone sobre el rostro de los difuntos o en que se envuelve el cadáver.
2. m. desus. sudadero ( lienzo con que se limpia el sudor).
santo ~.
1. m. Sábana o lienzo con que José de Arimatea cubrió el cuerpo de Cristo cuando lo bajó de la cruz.

Breña.

(De or. inc.).
1. f. Tierra quebrada entre peñas y poblada de maleza.

Zarzal.

1. m. Sitio poblado de zarzas

Zarza.

(Del ant. sarza, y este voz de or. prerromano).
1. f. Arbusto de la familia de las Rosáceas, con tallos sarmentosos, arqueados en las puntas, prismáticos, de cuatro a cinco metros de largo, con aguijones fuertes y con forma de gancho, hojas divididas en cinco hojuelas elípticas, aserradas, lampiñas por el haz y velludas por el envés, flores blancas o róseas en racimos terminales, y cuyo fruto, comestible, es la zarzamora.
2. f. Arbusto espinoso.
~ lobera.
1. f. coloq. Ál. escaramujo (‖ rosal silvestre).

Relación.

(Del lat. relatĭo, -ōnis).
1. f. Exposición que se hace de un hecho.
2. f. Conexión, correspondencia de algo con otra cosa.
3. f. Conexión, correspondencia, trato, comunicación de alguien con otra persona. U. m. en pl. Relaciones de parentesco, de amistad, amorosas, comerciales
4. f. Trato de carácter amoroso. U. m. en pl. Tienen relaciones desde hace tiempo
5. f. Lista de nombres o elementos de cualquier clase.
6. f. Informe que generalmente se hace por escrito, y se presenta ante una autoridad.
7. f. En el poema dramático, trozo largo que dice un personaje, ya para contar o narrar algo, ya con cualquier otro fin.
8. f. Gram. Conexión o enlace entre dos términos de una misma oración; p. ej., en la frase amor de madre hay una relación gramatical cuyos dos términos son las voces amor y madre.
9. f. Mat. Resultado de comparar dos cantidades expresadas en números.
10. f. Arg. y Ur. En diversos bailes tradicionales, copla que se dicen los integrantes de las parejas.
11. f. pl. Conocidos o amigos influyentes. Sin relaciones no se puede triunfar en esa profesión
~ de ciego.
1. f. romance de ciego.
2. f. coloq. La frívola e impertinente.
3. f. coloq. Aquello que se recita o lee con monotonía y sin darle el sentido que corresponde.
~ jurada.
1. f. Razón o cuenta que con juramento expreso en ella se da a quien tiene autoridad para exigirla.
relaciones públicas.
1. f. pl. Actividad profesional cuyo fin es, mediante gestiones personales o con el empleo de las técnicas de difusión y comunicación, informar sobre personas, empresas, instituciones, etc., tratando de prestigiarlas y de captar voluntades a su favor.
2. f. pl. u. c. sing. com. Persona que desempeña esta profesión.
con ~ a.
1. loc. prepos. Que tiene conexión o correspondencia con algo.
2. loc. prepos. con respecto a.
en ~ con.
1. loc. adv. con relación a.
hacer ~ a algo.
1. loc. verb. Tener con ello conexión aquello de que se trata.
2. loc. verb. Der. En los pleitos y causas, dar cuenta al tribunal relatando lo esencial de todo el proceso.

Ojiva.

(Del fr. ogive).
1. f. Figura formada por dos arcos de círculo iguales, que se cortan en uno de sus extremos y volviendo la concavidad el uno al otro.
2. f. Parte delantera o superior del proyectil, cuyo corte longitudinal tiene la forma correspondiente a su propio nombre.
3. f. Ingenio cargado de explosivo o provisto de instrumentación que se desprende de los grandes cohetes cuando estos alcanzan su máxima velocidad.
4. f. Arq. Arco de forma de ojiva.

Tosco, ca.

(Del lat. vulg. tuscus, y este de Vicus Tuscus, el barrio etrusco, por alus. a la gente libertina que vivía en esta zona de Roma).
1. adj. Grosero, sin pulimento ni labor.
2. adj. Inculto, sin doctrina ni enseñanza. U. t. c. s.
3. f. Piedra caliza porosa que se forma de la cal de algunas aguas.
4. f. sarro ( de los dientes).

Desdeñoso, sa.

(De desdeño).
1. adj. Que manifiesta desdén. U. t. c. s.

Desdén.

(De desdeño).
1. m. Indiferencia y despego que denotan menosprecio.
al ~.
1. loc. adv. al descuido.
2. loc. adv. Con desaliño afectado.

Joyel.

(De joya).
1. m. Joya pequeña.

Trasgo.

1. m. duende ( espíritu fantástico).
2. m. Niño vivo y enredador.
andar hecho ~.
1. loc. verb. Andar de noche.
dar ~ a alguien.
1. loc. verb. Fingir acciones propias de un duende, para espantarlo.

Palidecer.

1. intr. Ponerse pálido.
2. intr. Dicho de una cosa: Padecer disminución o atenuación de su importancia o esplendor.
MORF. conjug. c. agradecer.

Brío.
(Del celta *brigos, fuerza).
1. m. pujanza. U. m. en pl. Hombre de bríos.
2. m. Espíritu, valor, resolución.
3. m. Garbo, desembarazo, gallardía, gentileza.

Pujanza.

(De pujar1).
1. f. Fuerza grande o robustez para impulsar o ejecutar una acción.

Atizar.

(Del lat. *attitiāre, de titĭo, -ōnis, tizón).
1. tr. Remover el fuego o añadirle combustible para que arda más.
2. tr. Despabilar o dar más mecha a velas o candiles para que alumbren mejor.
3. tr. Avivar pasiones o discordias.
4. tr. coloq. dar ( hacer sufrir un golpe). Atizar un puntapié, un palo. U. t. c. intr. Le encanta atizar. U. t. c. prnl.
5. prnl. coloq. Comer y beber con fruición y a menudo con exceso. Se atizó un buen chuletón.

hogar.

(Del b. lat. focāris, adj. der. de focus, fuego).
1. m. Sitio donde se hace la lumbre en las cocinas, chimeneas, hornos de fundición, etc.
2. m. Casa o domicilio.
3. m. Familia, grupo de personas emparentadas que viven juntas.
4. m. asilo (‖ establecimiento benéfico).
5. m. Centro de ocio en el que se reúnen personas que tienen en común una actividad, una situación personal o una procedencia. Hogar del pensionista.
6. m. p. us. hoguera.
~ abierto.
1. m. hogar donde la combustión se produce en comunicación directa con el aire.

Doliente.
(Del ant. part. act. de doler; lat. dolens, -entis).
1. adj. Que duele o se duele.
2. adj. enfermo ( que padece enfermedad). U. t. c. s.
3. adj. dolorido ( afligido).
4. adj. ant. Se decía del tiempo, estación o lugar en que se padecen enfermedades.
5. com. En un duelo, pariente del difunto.

Alerce.

(Del ár. hisp. alárz[a], y este del ár. clás. arz[ah], cedro[s]).
1. m. Árbol de la familia de las Abietáceas, que adquiere considerable altura, de tronco derecho y delgado, ramas abiertas y hojas blandas, de color verdegay, y cuyo fruto es una piña menor que la del pino.
2. m. Madera de este árbol, que es aromática.
~ africano.
1. m. El originario de África, introducido en los jardines de Europa. Florece en febrero; de él se extrae la grasilla que suele darse al papel de escribir, y su madera, reputada incorruptible, fue antiguamente muy empleada en el mediodía de España.
~ europeo.
1. m. El que florece en mayo, y es la única conífera que pierde las hojas en invierno. Produce la trementina de Venecia. Su madera se emplea en construcciones hidráulicas, y su corteza, en los curtidos.

Gozne.

(De gonce).
1. m. Herraje articulado con que se fijan las hojas de las puertas y ventanas al quicial para que, al abrirlas o cerrarlas, giren sobre aquel.
2. m. Bisagra metálica o pernio.

Conseja.
(Del lat. consilĭa, pl. n. de consilĭum, consejo).
1. f. Cuento, fábula, patraña ridículos y de sabor antiguo.
2. f. Junta para tratar de cosas ilícitas.

Brocado, da.

(Del it. broccato, y este de brocco).
1. adj. ant. Dicho de una tela: Entretejida con oro o plata.
2. m. Guadamecí dorado o plateado.
3. m. Tela de seda entretejida con oro o plata, de modo que el metal forme en la cara superior flores o dibujos briscados.
4. m. Tejido fuerte, todo de seda, con dibujos de distinto color que el fondo.

Rebujar.

(De reburujar).
1. tr. Envolver o cubrir algo.


lunes, 16 de noviembre de 2009

Ritmos

   Durante las entradas que se van a ir publicando durante estos días intentaremos actualizar el blog, que por varios motivos no lo he podido hacer
   En la siguiente entrada hablaré de los ritmos
   Definición general
   En un sentido general el ritmo es un flujo de movimiento controlado o medido, sonoro o visual, generalmente producido por una ordenación de elementos diferentes del medio en cuestión. El ritmo es una característica básica de todas las artes, especialmente de la música, la poesía y la danza. También puede detectarse en los fenómenos naturales. Existe ritmo en las infinitas actividades que gobiernan la existencia de todo ser vivo. Dichas actividades están muy relacionadas con los procesos rítmicos de los fenómenos geofísicos como las mareas oceánicas, el día solar, el mes lunar y los cambios de estaciones.
   Ritmo en la literatura
   En la prosa escrita, el impulso rítmico determina el equilibrio de las oraciones y la disposición de las palabras. El ritmo es un rasgo básico que determina la estructura de la poesía, bien en la sucesión planificada de sílabas largas y cortas que caracteriza a la poesía griega y latina antiguas, o en el uso del acento y la métrica, como en la poesía moderna. La rima también contribuye al efecto rítmico de la poesía. En las artes visuales, los objetos o figuras pueden yuxtaponerse para producir una composición rítmica.

   El ritmo es una de las características propias de la poesía actual, que puede definirse como la distribución de los acentos en cada verso, que concretizan la métrica del poema.
   El ritmo puede concretarse en varias medidas, siendo las más habituales el octosílabo o arte menor y el endecasílabo o arte mayor. Cada estrofa o poema concreta su ritmo en los acentos; así por ejemplo, el soneto suele encontrar su acento principal en la sexta o séptima sílaba.
   En la poesía latina el poeta no se guiaba por sílabas sino por pies métricos, es decir, la distribución sucesiva de sílabas tónicas y sílabas átonas. De este modo el ritmo puede contemplarse como la distribución de las sílabas átonas en el verso, y midiéndose desde la primera tónica hasta la última. Lo que haya antes de la primera tónica será anacrusis, y siempre acabará en átona (si es llana, cuenta como tónica la anteúltima sílaba, si es esdrújula resta 1, si es aguda suma 1, y si es sobreesdrújula existe un acento secundario en la palabra, ya que no puede haber más de dos sílabas átonas —ni menos de una— entre tónicas).

martes, 3 de noviembre de 2009

Rimas de Bécquer

   En esta entrada se va a colgar una página de enlace para poder visualizar todas las rimas de Bécquer( todas las publicadas en cualquier momento)